viernes, 13 de diciembre de 2024

Los Acallados Límites

 



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Por aquellas palabras
que resonaban en mis oídos,
y se quedaron al borde
de unos labios apretados
en madejas de frustración,
hiladas en un telar
de lana sin esquilar,
en esas noches de eterno insomnio
y lágrimas enmudecidas
por la crueldad de la indiferencia.

Por el lienzo de una piel
que soportó pinceladas
moradas y negras,
de un pintor iracundo,
y que firmó su obra
con la tinta roja
de mi propia sangre,
pero que nunca reconoció
como creación suya.

Por el miedo socavado
de la lengua viperina
del captor de mi mente perdida,
entre un denso humo y espejismos.

Por las promesas vacías
que brotaban como un veneno,
de su pútrida y oscura oquedad,
que un día besaron mi alma
y acariciaron el ritmo vertiginoso
del corazón más puro.

Por el tupido silencio
como castigo al ser yo misma,
que se hincaba en mi centro
y tambaleaba mi empobrecido equilibrio,
como un funambulista inseguro
sobre una cuerda suspendida
entre abismos de locura.

Por todo ello,
hoy proclamo la certeza
de no ser el ave Fénix,
porque no resurgiré de mis cenizas.
¡No soy cenizas!
Soy luz reflejada
en el rocío que cae 
sobre la hierba en la mañana.

Soy la lluvia recién caída,
que hace levantar el polvo del olvido,
sobre tierras fecundas
de futuras flores irisadas.

Soy la tormenta que ilumina la ventana 
de una habitación en penumbra,
con vistas a la esperanza
que aguarda sobre el horizonte,
aquel que dejé de contemplar,
en el que perdí la fe,
y que se desvaneció.

Y ahora ese horizonte 
me llama por mi nombre,
y vuelvo a ser yo misma,
porque camino con paso firme hacia él,
declarando a voz alzada y sin miedo,
la decisión de acotar todo de mí,
entre límites seguros y precisos.