viernes, 13 de diciembre de 2024
Los Acallados Límites
lunes, 18 de marzo de 2024
Radiografía de una Ninfa contemporanea
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💗Disfrute💗
Sentir demasiado
sumerge su esencia
en la decadencia
más profunda de su existencia.
Incendia sus entrañas
con un colapso en el seno de ella misma.
Las emociones se tornan
en un enloquecido enjambre de avispas,
que buscan salida aguijoneando
cada átomo de su ser,
con un zumbido ensordecedor
que perturba todas sus neuronas.
En una ninfa,
el placer se expande
en un huracanado éxtasis
que nace como una flama en el pecho
y obnubila todos sus sentidos.
Una deflagración de todas sus partículas
reclamando la máxima expresión
con la liberación
del erotismo más puro y sensual.
Deslizarse por el suave tacto
de otra piel.
Colmarla de hirsuta vellosidad
como espigas de trigo
mecidas por el viento.
Convertir la saliva
de otra boca
en dulce almibar que se desliza
sobre las cumbres de su torso
dominado por un embriagador frenesí.
El pletórico mundo de una ninfa
exacerba cualquier estímulo,
como una inusitada quimera,
anegando cada axión
con sensaciones desproporcionadas.
Es un torrente de agua sin control
que erosiona las orillas
de su cordura.
Y el climax la sacude
en cortinas de convulsiones
que emergen desde
su florecido vientre.
La vibración de colores
que emite una obra pictórica,
el primor de sus delicadas curvas,
la destreza de sus certeras rectas,
la sutil gracia de sus pinceladas,
atraviesan sus entrañas
con la precisión de una saeta
que lleva su nombre,
abriendo la carne
para hacer brotar bandadas
de alas azuladas,
que la elevan hacia un delirante
placer místico.
La melódica sinfonía de notas
matemáticamente arrancadas
de la cuerdas de un nostálgico violín
por las hábiles manos de un artista,
la hace flotar sobre el melifluo aroma
de las acacias en flor,
con una excelsa sensibilidad
que la hace sucumbir
y la seduce,
disparándola de su eje.
La traición que precede
a la decepción,
es el fracaso más absoluto.
Es arrojar su vulnerable psique
al oscuro abismo del Hades,
donde miles de reptantes serpientes
devoran su entregado cuerpo
como ofrenda a Perséfone,
arrancando su piel a jirones,
flagelándola y desmembrándola,
sin hallar consuelo en esta acuciante
tortura física.
El dolor arrasa
con una aviesa oleada
de flechas incandescentes
disparadas desde la cúpula de la melancolía
y que se enconan en la carne.
La vía de escape de esta criatura
tan despiadadamente sensible
es la imperiosa necesidad de crear,
ofreciendo al universo
la transformación del fuego interno
que la consume,
plasmado en renglones
escritos con sus lágrimas,
y trazos de sangre
sobre un infinito lienzo.